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.—¿Jace? ¿Mi hermano? No.¿De dónde sacaste esa idea?—Bueno, vive aquí contigo —indicó Clary—.¿No es cierto?Isabelle asintió.—Bueno, sí, pero.—¿Por qué no vive con sus propios padres?Por un fugaz instante, Isabelle pareció sentirse incómoda.—Porque están muertos.La boca de Clary se abrió, sorprendida.—¿Murieron en un accidente?—No —Isabelle se removió inquieta, echándose un oscuro mechón de cabello tras la oreja izquierda—.Su madre murió cuando él nació.A su padre lo asesinaron cuando él tenía diez años.Jace lo vio todo.—Vaya —dijo Clary, con voz queda—.¿Fueron.demonios?Isabelle se irguió.—Mira, será mejor que avise a todo el mundo de que has despertado.Han estado esperando durante tres días que abrieras los ojos.Ah, hay jabón en el cuarto de baño —añadió—.Tal vez quieras lavarte un poco.Hueles.Clary le lanzó una mirada furiosa.—Muchísimas gracias.—Es un placer.* * *Las ropas de Isabelle resultaban ridículas.Clary tuvo que enrollar las perneras de los vaqueros varias veces para conseguir dejar de pisárselas, y el pronunciado escote de la camiseta roja sin mangas no hacía más que resaltar su falta de lo que Eric habría denominado una «repisa».Se aseó en el pequeño cuarto de baño, usando una pastilla de duro jabón de lavanda.Secarse con una toalla blanca de mano le dejó húmedos cabellos dispersos alrededor del rostro en aromáticas marañas.Entrecerró los ojos ante su reflejo en el espejo.Tenía un moretón en la parte superior de la mejilla izquierda, y los labios estaban resecos e hinchados.«Tengo que llamar a Luke», pensó.Seguramente habría un teléfono por allí, en alguna parte.Quizá le dejarían usarlo después de que hablara con Hodge.Encontró sus deportivas pulcramente colocadas a los pies de la cama de la enfermería, con sus llaves atadas a los cordones.Se calzó, aspiró profundamente y marchó en busca de Isabelle.El pasillo en el exterior de la enfermería estaba vacío.Clary le dirigió un vistazo, perpleja.Se parecía a la clase de pasillo por el que a veces se encontraba corriendo en sus pesadillas, oscuro e infinito.Lámparas de cristal en forma de rosas colgaban a intervalos de las paredes, y el aire olía como a polvo y cera de vela.A lo lejos oyó un sonido tenue y delicado, como un carillón de viento agitado por una tormenta.Avanzó despacio por el pasillo, arrastrando una mano por la pared.El papel de la pared, de aspecto victoriano, estaba descolorido por el tiempo, con restos de color Burdeos y gris pálido.Ambos lados del corredor estaban bordeados de puertas cerradas.El sonido que seguía se fue tornando más fuerte.Podía identificarlo ya como el sonido de un piano tocado con desgana, aunque con innegable talento, pero no podía identificar la melodía.Al doblar la esquina, llegó a una entrada cuya puerta estaba abierta de par en par.Atisbando al interior, vio lo que era a todas luces una sala de música.Un piano de cola ocupaba un rincón, e hileras de sillas estaban dispuestas ante la pared opuesta.Un arpa tapada ocupaba el centro de la habitación.Jace estaba sentado ante el piano de cola, las manos delgadas se movían veloces sobre las teclas.Iba descalzo, vestido con unos vaqueros y una camiseta gris, los cabellos leonados alborotados alrededor de la cabeza, como si acabara de levantarse.Al contemplar los rápidos y seguros movimientos de sus manos sobre el teclado, Clary recordó qué se sentía al ser alzada por aquellas manos, con los brazos sujetándola y las estrellas precipitándose alrededor de su cabeza, como una lluvia de espumillón plateado.Sin duda debió de hacer algún ruido, porque él se volvió sobre el taburete, pestañeando en dirección a las sombras.—¿Alec? —preguntó—.¿Eres tú?—No es Alec.Soy yo.—Penetró más en la habitación—.Clary.Las teclas del piano emitieron un sonido metálico cuando Jace se puso en pie.—Nuestra propia Bella Durmiente.¿Quién te ha despertado por fin con un beso?—Nadie; me he despertado yo sola.—¿Había alguien contigo?—Isabelle, pero se marchó en busca de alguien.Hodge, creo.Me dijo que esperara, pero.—Debería haberle advertido sobre tu costumbre de no hacer nunca lo que te dicen.—Jace la miró con ojos entrecerrados—.¿Esa ropa es de Isabelle? Resulta ridícula en ti.—Permite que te recuerde que quemaste la mía.—Fue puramente por precaución.—Cerró con suavidad la reluciente tapa negra del piano—.Vamos, te llevaré a ver a Hodge.* * *El Instituto era enorme, un amplio espacio grande y tenebroso, que más que parecer diseñado según un plano, daba la impresión de haber sido excavado naturalmente en la roca por el paso del agua y los años.A través de puertas entreabiertas, Clary vislumbró innumerables pequeñas habitaciones idénticas, cada una con una cama sin sábanas, una mesilla de noche y un gran armario de madera abierto.Pálidos arcos de piedra sostenían los techos elevados, muchos de ellos intrincadamente esculpidos con figuras pequeñas.Reparó en ciertos motivos que se repetían: ángeles y espadas, soles y rosas.—¿Por qué tiene tantos dormitorios este sitio? —preguntó Clary—.Pensaba que era un instituto de investigación.—Ésta es el ala residencial.Tenemos el compromiso de ofrecer seguridad y alojamiento a cualquier cazador de sombras que lo solicite.Podemos alojar hasta doscientas personas.—Pero la mayoría de estas habitaciones están vacías.—La gente va y viene.Nadie se queda mucho tiempo.Por lo general estamos sólo nosotros: Alec, Isabelle y Max, sus padres., y yo y Hodge
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