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.—¡Joder! Te dije que no convenía quedarse aquí.Ahora tendremos que largarnos saltando los muros de atrás —sugirió Pelé.—¡Nada de eso, hermano! Ahí debe de estar lleno de polis —repuso el compañero.—¡Es mejor que salgáis por las buenas, si no será peor! —insistía el detective Belzebu.En un impulso repentino, Pará liberó al niño, lanzó el revólver por encima del muro, abrió el portón y salió.—Pon las manos en alto y arrímate a la pared.¡Mi palabra vale oro! —dijo el detective.En un primer momento, Pelé creyó que su compañero se había equivocado, pero, como no oyó señal de escapada, consideró que era mejor entregarse; el detective acababa de decir que, si devolvían todo, los dejarían en libertad.Pelé salió con las manos en alto.Belzebu estiró la mano.Pelé le entregó el arma.El sargento entró en el patio a recoger los objetos robados.La sonrisa del detective los trastornó a los dos.—Ahora id andando uno al lado del otro con las manos en la cabeza —ordenó el policía.—Pero…—¿Pero? ¡Y una mierda, chaval!Acataron la orden de Belzebu.El policía y el sargento intercambiaron una mirada; no tuvieron que recurrir a las palabras para ponerse de acuerdo.El primer tiro de la pistola calibre 45 del sargento atravesó la mano izquierda de Pelé y se alojó en su nuca.La ráfaga de ametralladora de Belzebu desgarró el cuerpo de Pará.Un grupito de personas intentó socorrerlos, pero Belzebu lo impidió con otra ráfaga de ametralladora, esta vez dirigida hacia el cielo.Se acercó a los cuerpos y los remató con el tiro de gracia.Pará había nacido con ictericia en el agreste Pernambuco.Antes de los cinco años ya había padecido parotiditis, deshidratación, varicela, tuberculosis y otras enfermedades, lo que impulsó a sus familiares a encender velas y a colocarlas en su mano todas las veces que reviraba los ojos, sudaba frío y pasaba horas y horas temblando bajo el sol fuerte y aquellas mantas, conseguidas aprisa por los vecinos; querían que tuviese luz en caso de que muriese, ya que el chico no estaba bautizado.La medicina lo desahució ya antes de nacer, pero el bicho se sobrepuso al riesgo de morir feto.Llegó a Río de Janeiro con doce años acompañado sólo de su madre, pues a su padre lo habían asesinado por orden del coronel para el que trabajaba con ocasión de unas elecciones para alcalde y concejales.La gente decía que había declarado públicamente su voto a favor del adversario del patrón.Junto con su madre, mendigó durante años en las calles del centro de la ciudad hasta que a ella la arrastró una crecida en la Praga da Bandeira, donde dormía con otros pordioseros.El niño nunca olvidó la escena: una cloaca se tragaba a su madre mientras él resistía al empuje de las aguas agarrado a un poste.Para salir adelante, Pará limpió zapatos, descargó cajas en el mercadillo, vendió cacahuetes, vendió revistas porno en el tren, lavó coches de ricachos y dio por el culo a maricas en las calles de ligoteo para conseguir alguna pasta.Con el dinero conseguido en esta última actividad, logró alquilar una chabola en el morro de la Viúva.Se unió a los chiquillos del morro para comenzar a robar a las viejas que circulaban por la Praga Saens Peña.El primer revólver lo consiguió a través de un homosexual de la Zona do Baixo Meretrício con quien mantuvo relaciones dos años seguidos.En una taberna del morro se enteró de que quien fuese al estadio Mario Filho recibiría un plato de sopa a la hora de las comidas y además tendría derecho a una casa propia; así que no perdió tiempo y se unió a los afectados por las crecidas de 1966.Todo salió como había imaginado.En el estadio de fútbol trabó amistad con Pelé, su fiel compañero.Pelé había nacido en el morro de Borel.Su padre, que decía ser nieto de esclavos, era un hombre fuerte y guapo que trabajaba como basurero y sólo bebía los fines de semana; los días de trabajo prefería fumarse un porrito en las laderas del morro, donde maleantes y macarrillas siempre lo habían respetado.Passista de la Unidos de Tijuca, extremo derecho del Everest, equipo de segunda división, Cibalena fue asediado siempre por las mujeres de la escuela de samba, por las mujeres de la hinchada del equipo en el que jugaba y por las del morro donde vivía.Se enorgullecía de ello, y solía decirles a sus amigos que tenía hijos que ni él mismo conocía, pero que eran las mujeres las culpables, pues con la ilusión de retenerlo para siempre, por pura picardía, se dejaban embarazar.Pelé fue víctima de esa maldad de su padre.Sufría cuando su madre lo mandaba a buscar a su padre y éste ni siquiera lo saludaba, alegando no conocerlo.El niño fue criado únicamente por su madre; su abuelo materno había echado a su hija a la calle cuando se enteró de que estaba embarazada.La señora en cuya casa trabajaba la despidió.Desesperada, antes incluso de dar a luz, cayó en la prostitución.Tenía amigas prostitutas, así que le resultó fácil iniciarse en la carrera
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