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.Y como raras veces a su madre, que con la señora de Currado estaba, viese, ninguna la conoció, ni ella a él: tanto la edadal uno y al otro, de lo que solían ser cuando se vieron por última vez, había transformado.Estando, pues, Giannotto al servicio de Currado, sucedió que una hija de Currado cuyo nombre era Spina, que habíaenviudado de Niccolb de Grignano, volvió a casa del padre; la cual, siendo muy bella y agradable y joven de poco más dedieciséis años, por ventura le echó los ojos encima a Giannotto y él a ella, y ardentísimamente el uno del otro se enamoraron.El cual amor no estuvo largamente sin efecto, y muchos meses pasaron antes de que nadie se apercibiese; por lo cual, ellos,demasiado seguros, comenzaron a actuar de manera menos discreta que la que para tales hechos se requería.Y yendo un día por un hermoso bosque de muchos árboles, la joven junto con Giannotto, dejando a toda la demáscompañía, se fueron delante, y pareciéndoles que habían dejado muy lejos a los demás, en un lugar deleitoso y lleno de hierbasy flores, y rodeado de árboles, descansando, a tomar el amoroso placer el uno del otro empezaron.Y cuando ya habían estadojuntos largo tiempo, que el gran deleite les hizo encontrar muy breve, en esto por la madre de la joven primero, y luego porCurrado, fueron alcanzados.El cual, afligido sobremanera al ver esto, sin nada decir del porqué, a los dos hizo coger por tresde sus servidores y a un castillo suyo llevarlos atados; y de ira y de disgusto gimiendo andaba, dispuesto a hacerles vilmentemorir.La madre de la joven, aunque muy enojada estuviese y digna reputase a su hija por su falta de cualquier cruel penitencia,habiendo por algunas palabras de Currado comprendido cuál era su intención respecto a los culpables, no pudiendo soportaraquello, apresurándose alcanzó al airado marido y comenzó a rogarle que quisiese agradarla no corriendo furiosamente aconvertirse en su vejez en homicida de su hija y a mancharse las manos con la sangre de un criado suyo, y que encontrase otramanera de satisfacer su ira, así como hacerles encarcelar y en la prisión penar y llorar por el pecado cometido.Y tanto estas yotras palabras le estuvo diciendo la santa mujer que apartó de su ánimo el propósito de matarlos; y mandó que en distintoslugares cada uno de ellos fuese encarcelado, y allí guardado bien, y con poca comida y muchas incomodidades mantenidoshasta que decidiese hacer otra cosa de ellos; y así se hizo.Y cuál fuese su vida en cautiverio y en continuas l ágrimas y en más largos ayunos de los que serían menester, cualquierapuede pensarlo.Llevando, pues, Giannotto y Spina una vida tan dolorosa, y habiendo ya un año sin acordarse Currado de ellospasado, sucedió que el rey Pedro de Aragón, por un acuerdo co n micer Gian de Prócida, sublevó a la isla de Sicilia y la quitó alrey Carlos; por lo que Currado, como gibelino, hizo una gran fiesta.De la que oyendo hablar Giannotto a alguno de aquellos Comment: Giovanni de Prócida, en1282, abrió el camino de Sicilia a Pedroque le custodiaban, dio un gran suspiro y dijo:III de Aragón hac iendo sublevar a la-¡Ay, triste de mí!, ¡que hace hoy ya catorce años que ando arrastrándome por el mundo, no esperando otra cosa que ésta, población contra Carlos de Anjou.y ahora que es venida, y para que ya no espere tener ningún bien, me ha encontrado en prisión, de la que nunca sino muertoespero salir!-¿Y qué? -dijo el carcelero-.¿Qué te importa a ti lo que hagan los altísimos reyes? ¿Qué tienes tú que hacer en Sicilia?A lo que Giannotto dijo:-Parece que se me rompe el corazón acordándome de lo que mi padre tuvo que hacer allí, el cual, aunque yo niño chico eracuando huí de allí, aún me acuerdo que lo vi señor en vida del rey Manfredo.Siguió el carcelero:-¿Y quién fue tu padre?-Mi padre -dijo Giannotto- puedo ya asaz seguramente manifestarlo pues que me veo a cubierto del peligro que temíadescubriéndolo, se llamó y se llama aún, si vive, Arrighetto Capece, y yo no Giannotto sino Giuffredi me llamo; y nada dudo,si de aquí saliera, que volviendo a Sicilia, no tuviese allí todavía una altísima posición.El buen hombre, sin más decir, en cuanto hubo lugar todo se lo contó a Currado
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