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.Me imagino que tampoco quiere hablar del tema.Pero es evidente que estáis peleados.Y si piensas cortar con ella.—¿Cortar con ella? —Jace se quedó mirándolo fijamente—.¿Estás loco?—Si sigues evitándola —dijo Simon—, será ella la que cortará contigo.Jace se levantó.Su estado de relajación había desaparecido, era todo tensión, como un gato al acecho.Se acercó a la ventana e, inquieto, empezó a juguetear con la tela de la cortina; la luz de última hora de la mañana penetró por la abertura, aclarando el color de sus ojos.—Tengo motivos para hacer lo que hago —dijo por fin.—Fenomenal —dijo Simon—.¿Los conoce Clary?Jace no dijo nada.—Lo único que hace ella es quererte y confiar en ti —dijo Simon—.Se lo debes.—Hay cosas más importantes que la honestidad —dijo Jace—.¿Crees que me gusta hacerle daño? ¿Crees que me gusta saber que estoy haciéndola enfadar, haciendo incluso tal vez que me odie? ¿Por qué te crees que estoy aquí? —Miró a Simon con una especie de rabia muy poco prometedora—.No puedo estar con ella —dijo—.Y si no puedo estar con ella, me da lo mismo dónde estoy.Puedo estar contigo, porque si al menos ella se entera de que intento protegerte, se sentirá feliz.—De modo que intentas hacerla feliz aun a pesar de que el motivo por el que, de entrada, se siente infeliz eres tú —dijo Simon, empleando un tono poco amable—.Parece una contradicción, ¿no?—El amor es una contradicción —dijo Jace, y se volvió hacia la ventana.8UN PASEO POR LA OSCURIDADClary había olvidado lo mucho que odiaba el olor a hospital hasta que cruzó las puertas del Beth Israel.A estéril, a metal, a café rancio, y sin la cantidad suficiente de lejía como para ocultar el hedor a enfermedad y desgracia.El recuerdo de la enfermedad de su madre, yaciendo inconsciente e inmóvil en su nido de tubos y cables, le golpeó como un bofetón en la cara y cogió aire, intentando no impregnarse de aquel ambiente.—¿Te encuentras bien? —Jocelyn se bajó la capucha de su abrigo y miró a Clary; sus ojos verdes parecían ansiosos.Clary asintió, encorvando los hombros dentro de la chaqueta, y miró a su alrededor.En el vestíbulo reinaba la frialdad del mármol, el metal y el plástico.Había un mostrador de información muy grande detrás del cual revoloteaban varias mujeres, probablemente enfermeras; diversos carteles indicaban el camino hacia la UCI, Rayos X, Oncología quirúrgica, Pediatría, etcétera.Estaba segura de poder encontrar, incluso dormida, el camino hasta la cafetería; le había llevado a Luke desde allí tantísimas tazas de café tibio, que podría llenar con ellas el depósito entero de Central Park.—Disculpen.—Era una enfermera delgada que empujaba a un anciano en silla de ruedas y que las adelantaba, atropellándole casi los pies a Clary.Clary se la quedó mirando.Había habido algo.un resplandor.—No mires, Clary —dijo Jocelyn en voz baja.Rodeó a Clary por los hombros y ambas giraron hasta quedarse de cara a las puertas que daban acceso a la sala de espera del laboratorio de extracciones de sangre.En los cristales oscuros de las puertas, Clary vio reflejada la imagen de ella y de su madre juntas.Aunque su madre aún le sacaba una cabeza, eran iguales, o eso creía.En el pasado, siempre había restado importancia a los comentarios de la gente en este sentido.Jocelyn era guapa, y ella no.Pero la forma de sus ojos y su boca era la misma, y de igual modo compartían el pelo rojo, los ojos verdes y las manos finas.Clary se preguntaba por qué sería que había sacado tan poco de Valentine, mientras que su hermano guardaba un gran parecido con su padre.Su hermano tenía el pelo claro de su padre y sus sobrecogedores ojos oscuros.Aunque quizá, pensó, observándose con más detalle, veía también un poco de Valentine en el perfil terco de su propia mandíbula.—Jocelyn.—Ambas se volvieron a la vez.Tenían enfrente a la enfermera que antes empujaba al anciano con silla de ruedas.Era delgada, juvenil, de piel oscura y ojos oscuros.y entonces, mientras Clary la miraba, el glamour se esfumó.Seguía siendo una mujer delgada y de aspecto juvenil, pero ahora su piel tenía un tono azulado oscuro y su pelo, recogido en un moño en la nuca, era blanco como la nieve [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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