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.Después prosigue su tarea.Pero en el examen ya no te ofreces a él, luego sale; la despedida abraza a sus compañeras, les promete mil y mil veces que las ayudará, que presentará una denuncia, que contará lo que ocurre; suena la hora, aparece el fraile, la mujer se va, y ya no se vuelve a oír hablar más de ella.Sin embargo, la cena se celebra como de costumbre, las únicas observaciones que hemos hecho esos días es que los monjes llegan rara vez a los últimos episodios del placer, diríase que se cuidan, sin embargo beben mucho más, a veces hasta la ebriedad; nos despiden mucho antes, no se queda ninguna mujer para acostarse, y las muchachas de retén se retiran al serrallo.––Bueno, bueno ––le dije a mi compañera––, si nadie os ha ayudado es porque sólo habéis tratado con criaturas débiles, intimidadas, o con niñas que no se han atrevido a nada por vosotras.Yo no tengo miedo de que nos maten, por lo menos no lo creo, es imposible que unos seres razonables puedan llevar el crimen hasta este punto.Sé muy bien que.Después de todo lo que he visto, quizá no debiera justificar a los hombres como lo hago, pero es imposible, querida, que puedan realizar unos horrores cuya misma idea es inconcebible.¡Oh!, querida compañera ––continué con calor––, ¿quieres hacer conmigo esta promesa a la que juro no faltar?.¿Quieres?––Sí.––¡Pues bien! Te juro por lo más sagrado, por el Dios que me anima y al que únicamente adoro., te prometo que o moriré en el empeño, o destruiré a estos infames; ¿me prometes tú otro tanto?––¿Lo dudas? ––me contestó Omphale––, pero puedes estar segura de la inutilidad de tus promesas.Otras más indignadas que tú, más firmes, mejor preparadas, ami gas perfectas, en una palabra, que habrían dado su sangre por nosotras, han faltado a los mismos juramentos.Permíteme pues, querida Thérèse, permite a mi cruel experiencia que considere los nuestros como inútiles, y que no cuente con ellos.––¿Y los monjes ––dije a mi compañera–– también cambian, llegan a menudo otros nuevos?––No ––me contestó––.Hace diez años que Antonin está aquí, Clément lleva dieciocho viviendo, Jérôme está aquí desde hace treinta, y Severino desde hace veinticinco.Este superior, nacido en Italia, es pariente próximo del Papa, con el que mantiene muy buenas relaciones, y sólo desde que él está aquí los supuestos milagros de la Virgen aseguran la reputación del convento e impiden a los maldicientes examinar desde demasiado cerca lo que ocurre aquí; pero la casa ya estaba montada como la ves, cuando él llegó.Hace más de cien años que subsiste igual y todos los superiores que han venido han conservado un orden tan ventajoso para sus placeres.Severino, el hombre más libertino de su siglo, se hizo instalar aquí para llevar una vida acorde con sus gustos.Su intención es mantener los privilegios secretos de esta abadía todo el tiempo que pueda.Pertenecemos a la diócesis de Auxerre, pero lo sepa el obispo o no, jamás lo vemos aparecer, jamás pone los pies en el convento.En general, aquí viene muy poca gente, salvo en época de la fiesta, que es la de la Virgen de agosto.Por lo que dicen los monjes, en esta casa no aparecen diez personas por año; sin embargo, es verosímil que cuando se presentan algunos extraños, el superior se preocupe de recibirlos Este documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.combien; los impresiona con sus apariencias de religión y de austeridad, se van contentos, elogiando el monasterio, y la impunidad de estos malvados se apuntala así sobre la buena fe del pueblo y la credulidad de los devotos.Omphale acababa de terminar su instrucción, cuando sonaron las nueve.La decana no tardó en llamarnos, y llegó, en efecto, el regente de día.Era Antonin, y nos colocamos en fila según la costumbre.Arrojó una breve mirada sobre el conjunto, nos contó, y después se sentó; entonces fuimos una tras otra a arremangar nuestras faldas delante de él, de un lado por encima del ombligo, del otro hasta la mitad de la cintura.Antonin recibió este homenaje con la indiferencia de la saciedad, no se alteró; después, mirándome, me preguntó cómo me sentía en la aventura.Al verme contestar con unas lágrimas, dijo riendo:––Se acostumbrará; no hay casa en Francia donde se forme mejor a las jóvenes que en ésta.Tomó la lista de las culpables de manos de la decana, y, después, dirigiéndose de nuevo a mí, me hizo estremecer.Cada gesto, cada movimiento con que parecía que debía someterme a esos libertinos, era para mí como una sentencia de muerte.Antonin me ordena que me siente en el borde de una cama, y, en esta posición, dice a la decana que venga a desnudar mi garganta y levantar mis faldas hasta debajo de mi seno; él mismo abre mis piernas al máximo, se sienta delante de este panorama, una de mis compañeras se coloca sobre mí en la misma postura, de modo que es el altar de la generación lo que se ofrece a Antonin en lugar de mi cara, y si disfruta, tendrá estos encantos a la altura de su boca.Una tercera joven, arrodillada delante de él, le excita con la mano, y una cuarta, totalmente desnuda, le señala con los dedos, encima de mi cuerpo, donde debe pegarme.Insensiblemente esta joven me masturba a mí, y lo que ella me hace, Antonin, con cada una de sus manos, lo hace igualmente a derechae izquierda a las otras dos jóvenes.Imposible imaginar los disparates, los discursos obscenos con que se excita el depravado; alcanza finalmente el estado que desea, le conducen a mí.Pero todas le siguen, todas intentan inflamarle mientras se dispone a gozar, dejando totalmente al desnudo sus partes posteriores.Omphale, que se apodera de ellas, no omite nada para excitarlas: frotes, besos, masturbaciones, lo hace todo.Antonin encendido se precipita sobre mí
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