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.Con el tiempo,gigantescas factorías de todo tipo, sin estar rodeadas de ninguna biosfera vulnerable, losproductos enviados con facilidad al mundo materno en contenedores aerodinámicos quedescenderían con suavidad hasta su destino.O que serían enviados al espacioprofundo.Astronáutica.Construyendo la flota y alojándola, al menos hasta que la humanidadhubiese echado raíces en otra parte.Y el futuro.Sí, la Luna era pobre en elementospesados, no tenía aire, ni agua; pero riquezas así aguardaban sin límites en los asteroidesy los cometas, junto con el día en que ya no fuese necesario arrancarlos de la Tierra viva.Aventura, descubrimiento, hazañas que realizar y canciones que cantar.  ¡Lo haremos!  gritó.Se le calentó la cara.Aquélla era una reunión de negocios.¿Por qué no había sentidola llegada de un estallido tan infantil y lo había suprimido? Fuentes, ese hombre tancorrecto, parecía algo avergonzado.La imagen de Guthrie todavía no había podidodemostrar ninguna reacción.Ella suponía que sonreiría indulgente y seguiría con laconversación.Beynac.Beynac la miraba.Y sonreía. Muy bien, mademoiselle dijo.5La luz del sol penetraba desde arriba y se dividía en un millón de brillos danzarines.Elmar era de azul zafiro, azul turquesa, azul cobalto, amatista, oleadas y remolinos sobre unamplio y suave mar de fondo.Susurraba y retumbaba, los sonidos tan delicados como elviento y tan profundos como el mismo mar.Al este, un banco de cúmulos se elevabablanco sobre una delgada franja que era tierra.En todas las otras direcciones, hastadonde alcanzaba la vista, sólo se veían colores en movimiento, y sólo se apreciabanolores de sal y aire.Entonces, el día se tornó oscuro.Durante un momento, Aleka sólo fue consciente deleidófono que tenía frente a ella, las imágenes en su pantalla y la furia de sus altavoces.La conciencia completa regresó, pero el calor y el brillo que la bañaban se detenían en supiel.Una pequeña pérdida, un pensamiento casual.Ya había estado de un humor muchopeor, mientras se dirigía a su cita.El tiempo era como un tiburón a su espalda.Se puso en pie de un salto y se inclinó porel lado de babor. Ka'eo gritó.¡Hele mail ¡A bordo, áwiwi!Su compañero salió del agua y saltó sobre la borda baja.El bote se inclinó.Volvió a suposición cuando el cuerpo se deslizó por la cubierta hacia el centro, delante de la cabinadonde estaba ella. Káohi mai'oe  le advirtió: agárrate rápido.El nadador metió las aletas delanteras enun par de anillas sujetas a la estructura.Su lustrosidad oscura goteaba y relucía.Habían estado avanzando a cuatro o cinco nudos, porque Aleka no tenía prisa porencontrarse con esa gente que la esperaba.Hizo que el barco saltase.En un minutoestaba planeando, arriba y abajo en sal tos de águila, hacia delante al galope de ununicornio.El motor ronroneaba tranquilo, siendo casi la mitad de eficaz que el impulsor deplasma de una astronave, pero el aire rugía alrededor de la pantalla de hialón que teníafrente a ella.A través de la pantalla, la mirada marrón líquida de Ka'eo se encontró con la de lamujer.Él ladró y gruñó lo suficientemente alto para que ella lo entendiese.El lenguaje erabásicamente anglo, con muchas palabras tomadas prestadas del japonés y el hawaiano, ycierto número, que parecía mayor cada año, que eran puramente de la Keiki Moana.Peroninguna boca humana hubiese podido dar forma a esos sonidos. [¿Qué nos apresura, hermana de juramento?]Aleka tocó un disco en el panel del piloto y un rayo portador supersónico le dio larespuesta, clara a través del alboroto, en la versión que hablaba ella de la misma lengua. Una lucha entre los inspectores y algunos kauwa.Al menos dos muertos. Miró latransmisión en la pantalla plana, diminutas imágenes, gritos que apenas podía oír entre elestruendo de su velocidad.A sus ojos, el rostro de la foca no cambió, exceptuando los bigotes, que se pusieronerguidos en el hocico y los colmillos que relucieron brevemente.En ocasiones se habíapreguntado qué leían los de su especie en las expresiones móviles de ella.Quizá eran demasiado extraños para que un juego de expresiones humanas significase algo.Sintióhorror en su tono. [Es malo, malo como una orca.¡Habla con ellos, hermana mía! ¡Haz que sedetengan!]Como una locura le vino a la mente otra pregunta, ¿de dónde provenía esa expresión?Los cetáceos asesinos no aterrorizaban aquellos mares.Sin duda, la Keiki Moana lashabía visto en programas documentales y demás, pero ¿por qué su nombre había entradoen el lenguaje y además como palabra para el mal? Durante siglos, su propia especie sehabía compadecido y había protegido a los que quedaban de esos pobres animales.¿Era el cerebro superior de la gente del mar una cubierta tan nueva y delgada quetodavía le dominaba el terror a las bestias que habían comido a sus antepasados? En esecaso, ¿qué otros instintos permanecían?«Metamorfo» era una palabra muy fácil de decir.¿Era una idea igualmente fácil depensar? Unos organismos en los que el ADN había sido modificado para producir algonunca antes visto en la naturaleza: microbios que descomponían o aislaban los residuostóxicos; árboles con savia que era combustible, animales exóticos; animales parlantes;selenitas.Pero cuando cambias el cuerpo de esa forma ¿qué cambios produces en lamente? ¿En el alma?Quizá tan sólo fuera cierto Keiki que había vagado hacia el lejano norte, sin que loshumanos lo supiesen, y había traído relatos de las orcas.O quizá no.Qué poco sabía deesa gente, sus amigos y compañeros en el Lahui Kuikawa.No importaba todavía, sobre todo si los asesinatos seguían produciéndose.Se obligó aestabilizarse, recitó el mantra del tulipán siete veces, sintió la dolorosa tensión dejar suespalda y el temblor abandonar sus manos. Mayor Delgado, please  dijo al teléfono, en anglo del continente.El rostro pálido deun hombre apareció en la pantalla.Voy a toda velocidad [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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