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.Nadadespertaba mayor entusiasmo en Black Oak que la feria ambulante.Cada año eran distintas.Una tenía un elefante y una tortuga mordedora gigante.Otra no llevabaanimales, pero estaba especializada en seres humanos extraños: un enano que daba volteretas, unachica con seis dedos, un hombre con una pierna de más.Todas, sin embargo, tenían una noria, untiovivo y dos o tres atracciones más que chirriaban, matraqueaban y solían aterrorizar a las madres.Las sillas voladoras eran una de ellas; se trataba de un círculo de columpios que colgaban de unascadenas y giraban cada vez más rápido hasta que los ocupantes volaban paralelos al suelo y gritabansuplicando que se detuviera.Un par de años atrás, en Monette, una cadena se había roto y una niñahabía sido lanzada hacia la avenida central de la feria y se había estrellado contra el costado de unremolque.A la semana siguiente, las sillas voladoras estaban en Black Oak con unas cadenas nuevas yla gente hacia cola para subir a ellas.Instalaban barracones en los que arrojabas objetos y dardos, disparabas con pistolas de perdigones yganabas premios.En algunas ferias ambulantes había adivinas, otras tenían cabinas para fotografíasinstantáneas y en otras había magos.Todas eran ruidosas y pintorescas y todas estaban llenas deemociones.La voz se corría rápidamente por el condado, la gente acudía en tropel y, en pocas horas,en Black Oak no cabía ni una aguja.Yo estaba deseando ir.Pensé que, quizá, la alegría que despertaba seria capaz de borrar la curiosidad en torno a LibbyLatcher.Me comí a toda prisa los bollos y salí corriendo al patio. Ha llegado la feria ambulante le dije en voz baja a Tally cuando nos reunimos junto al tractorpara dirigirnos a los campos. ¿Iréis todos? pregunto. Pues claro.Nadie quiere perdérsela. Tengo un secreto me susurró mientras miraba rápidamente en todas direcciones. ¿De qué se trata? Algo que oí anoche. ¿Dónde lo oíste? Cerca del porche delantero.No me gustó su tono de misterio. ¿Qué es?Se inclinó todavía más hacia mí. Algo sobre Ricky y la chica de los Latcher.Me parece que tienes un nuevo primo.Sus palabras eran crueles, y me miraba con malicia.Aquélla no era la Tally que yo conocía. ¿Y qué estabas haciendo allí fuera? inquirí. Eso no es asunto tuyo.Pappy salió de la casa y se acercó al tractor. Será mejor que no digas nada musité entre dientes. Tenemos nuestros pequeños secretos, ¿o es que no lo recuerdas? repuso, y se marchó. Sí.Almorcé rápidamente y después pasé a toda prisa por la experiencia del restregamiento y el baño.Mimadre sabía que estaba deseando ir a la ciudad y no perdió mucho tiempo en asearme.Los diez mexicanos se apretujaron en la parte de atrás del camión conmigo y mi padre, y nos alejamosde nuestra granja.Cowboy se había pasado toda la semana recolectando algodón a pesar de lascostillas rotas, circunstancia que no había pasado inadvertida ni a Pappy ni a mi padre y que habíadespertado la admiración de éstos. Es gente muy fuerte había dicho Pappy.Los Spruill se apresuraban para darnos alcance.Tally había corrido la voz acerca de la feria ambulantey hasta Trot parecía moverse con un propósito definido.Cuando cruzamos el río, forcé la vista mirando en dirección al sendero que conducía a la casa de losLatcher, pero no logré distinguir la pequeña cabaña.Miré a mi padre.Él también estaba mirando conexpresión casi de rabia.¿Cómo era posible que aquella gente se hubiera introducido en nuestra vida?Avanzamos muy despacio por el camino de grava y no tardamos en dejar detrás de nosotros las tierrasde los Latcher.Cuando nos detuvimos en la carretera, yo ya estaba soñando de nuevo con la feriaambulante.82John Grisham LA GRANJAComo es natural, nuestro conductor jamás tenía prisa.Llevando a tanta gente en el camión, yo dudabamucho que rebasara los cuarenta por hora, y, desde luego, Pappy no aceleró.Me pareció que habíamostardado una hora.El coche patrulla de Stick estaba aparcado junto a la iglesia baptista
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